Valencia late fuerte. Su escena gastronómica es rica, diversa y profundamente arraigada en el territorio. Por eso, muchos de sus espacios apuestan por el producto local, el respeto al entorno y una creatividad sin límites. Pero entre todos ellos, hay uno que ha logrado conjugar con maestría lo que significa comer bien respetando la identidad de la capital del Turia, con gusto, sentido y su dosis de rebeldía. Se llama Papúa Valencia, y tuvimos el privilegio de descubrirlo recientemente en una comida que se nos quedó grabada no solo en la retina, sino también en el paladar y el corazón.

Pero antes de nada pongámonos en antecedentes. Este restaurante, que tiene apenas dos meses de vida, no llega solo. Es el primer paso fuera de la Comunidad de Madrid que da el Grupo Papúa, una firma joven pero con una visión clara, liderada por Noel Duque y Jorge Rivero Prados, que ya ha conquistado al público con espacios como Papúa Colón, Gran Vía 18 y Martilota. Ahora, su salto hacia el corazón del Levante español supone un punto de inflexión que busca conectar con una ciudad en plena ebullición culinaria, reconocida una y otra vez entre las mejores del mundo para vivir y, por tanto, para comer.

Croquetas semilíquidas de cecina con queso San Simón y velo de papada ibérica Joselito. Papúa Valencia

Ubicado en el recientemente inaugurado Novotel Valencia Lavant, Papúa se alza como la gran apuesta gastronómica del hotel, con una propuesta mediterránea contemporánea en la que brillan las brasas, los arroces y una selección de producto de proximidad tratada con respeto y técnica.

La carta, elaborada por el chef Juan Vicente Ballesteros, impresiona y el espacio la respalda: 800 m², capacidad para 222 comensales y un interiorismo que mezcla lo tropical con lo elegante, con el sello de Nadia Mateo y Juan Jacobo Muñoz (Mediterráneas Duque).

Comer como una experiencia: nuestra visita a Papúa Valencia

Cóctel Agua de Valencia con el sello Papúa Valencia

Nuestra comida comenzó con lo que quizás esperábamos que terminara: con un cóctel. Primera sorpresa. Porque sí, aquí la coctelería no es un añadido, forma parte de la experiencia. Los elegidos fueron el Papúa Spritz, fresco, floral y equilibrado, con St. Germain, vodka Grey Goose, limón, hierbabuena y champagne y, como no podía ser de otra forma, el Agua de Valencia by Papúa, una versión sofisticada del clásico valenciano, con Cointreau, mermelada de naranja, cítricos frescos y espumoso. Dos cócteles que no solo nos hicieron compañía durante la comida, sino que la elevaron.

A modo de aperitivo, para ir abriendo boca, el restaurante sirvió un sencillo pero delicioso pan de masa madre y semillas, acompañado de crema de tomate seco y un alioli de textura fina y sabor redondo.

Después llegaron los entrantes. Primero, las croquetas semilíquidas de cecina con queso San Simón y velo de papada ibérica Joselito: cremosas, intensas, ejecutadas con precisión. En segundo lugar, mi favorito, un sorprendente salmorejo con aguacate y tartar de gambas, mango y maracuyá, combinación que juega con texturas y sabores con un equilibrio sutil y muy acertado.

Uno de los platos más reconfortantes de la jornada fueron los huevos rotos con gamba alistada al ajillo y pilpil de sus cabezas, un homenaje al recetario más castizo con una reinterpretación muy Papúa tan inesperada como acertada, nunca hay que perder de vista los orígenes.

Arroz meloso de carrillera de cerdo ibérico con trompeta de la muerte y brotes de temporada. Papúa Valencia

Con el plato principal entramos en terreno pantanoso, y es que el arroz, en Valencia, es casi una religión. Más allá de la célebre paella valenciana o el siempre agradecido arroz del senyoret, el elegido, por original, fue un arroz meloso de carrillera de cerdo ibérico con trompeta de la muerte y brotes de temporada. El arroz, en su punto exacto; la carrillera, melosa, con un fondo sabroso y bien trabajado. Una apuesta que demuestra que cuando se habla de arroces en Valencia, hay que hacerlo con seriedad. Aquí, lo hacen.

Para el postre, seguimos en la línea muy de la tierra con un helado de naranja de Valencia con sopa de chocolate blanco y naranja. Una decisión aromática, limpia y llena de matices cítricos. Ligera, refrescante y evocadora, perfecta para cerrar una comida tan completa como coherente.

Mucho más que una carta

Helado Naranja de Valencia con sopa de chocolate blanco y naranja. Papúa Valencia

Papúa Valencia no se limita a ejecutar platos con técnica y producto de calidad, algo que nuestro paladar – y nuestro estómago – agradecen sin duda alguna. Su carta dialoga con la temporada, con la cultura gastronómica local y con una visión contemporánea del sabor. Entre otras creaciones destacadas se encuentran la ensaladilla de tartar de gambas al ajillo con gambita de cristal y tirabeques, la ventresca de corvina con bilbaína, o su icónica ensalada César reinterpretada, servida en forma de rolls de pollo asado con aire de parmesano y lima. Reservamos cita para volver a la de ya.

Gastronomía, cultura y expansión

Queríamos conectar con un nuevo público en una ciudad fantástica, con una escena gastronómica en auge”, explica Noel Duque, cofundador del grupo. “En Papúa Valencia ofrecemos cocina mediterránea, muchas brasas y una carta en la que los arroces no pueden faltar, contamos con dos excelentes maestros arroceros en el equipo. Todo con el sello Papúa: calidad, técnica y experiencia para un cliente que valora y exige lo mejor”.

Desde el hotel, Rodrigo Gomes, director general de Novotel Valencia Lavant, añade: “Papúa representa a la perfección el concepto de hotel que hemos creado: un lugar que trasciende el alojamiento y se convierte en espacio de cultura, disfrute y conexión con la ciudad. Su cocina y su filosofía encajan con nuestra visión de una hospitalidad urbana vibrante y actual”.

Esa filosofía se hace tangible especialmente los fines de semana, cuando el espacio muta con música en vivo, danza y ambientación nocturna, convirtiendo la experiencia en una celebración de los sentidos.

Conclusión: una referencia en auge

Papúa Valencia no es una franquicia ni una adaptación: es un proyecto sólido, ambicioso y sensible al contexto local. Una apuesta por lo bien hecho, por la innovación sin estridencias y por una gastronomía que se siente tanto como se saborea.

Valencia gana con esta apertura una nueva referencia. Y quienes amamos la cocina mediterránea, el producto tratado con respeto, y la emoción que nace en la mesa, encontramos en Papúa un lugar al que, sin duda, querremos volver. Y lo haremos, porque aún queda carta por descubrir.