Las mujeres vivimos con un perpetuo sentimiento de culpa. Cuando una se queda embarazada, en el mismo instante en el que, citando a Sergio Dalma, el predictor se pinta de rosa en el cuarto de baño, nos echamos a la espalda la responsabilidad de ser la mejor madre del mundo. No una madre del montón. La mejor. Del mundo mundial y de parte del extranjero.

Tú te has ido a comer con tu pareja por ahí, has sufrido a los niños ajenos y has exclamado, entre bocado y bocado de filet mignon que tus hijos NUNCA comerían con el iPad en la mesa; has estado en la cola del supermercado y, cuando la niña de la fila de al lado se ha puesto en plan niña del exorcista, has pensado para ti «¡qué maleducada! ¡Si fuera hija mía…!». Y, por supuesto, un clásico, ves a un niño con un puñado de chuches en la mano y dices: «los míos no probarán el chocolate hasta la mayoría de edad». Ja. Cuando tu hijo no tenga ni un mes posiblemente hayas incumplido dos o tres cosas de tu lista y, cuando llegue a los tres años, directamente, ya no tendrás lista. Porque siempre se es mejor madre cuando no se tienen hijos que cuando se tienen.

Confiesa, piltrafilla... te has auto traicionado.
Confiesa, piltrafilla… te has auto traicionado.

Lo que ocurre es que, habitualmente, queda mucho mejor contarle al mundo las cosas que hacemos bien (lo que viene siendo el postureo), que las cosas en las que te hiciste un la cagaste burt lancaster. Porque parece que es lo que se espera. Y porque, a veces, parece que las única que fracasa en esto eres tú misma. Pero no. No hay como hacer terapia de grupo para que empiece a surgir un sentimiento de solidaridad entre mujeres y confesemos nuestras pequeñas miserias maternales. Porque, al final, lo creamos o no, las madres perfectas no existen y el resto hacemos más o menos lo que podemos.

Predicando con el ejemplo, hemos hecho terapia preguntando a un grupo de mujeres qué cosas son las que juraron que no iban a hacer antes de ser madres (y que por supuesto han acabado haciendo).

© Fotograma de 'Si fuera fácil' (2012).
© Fotograma de ‘Si fuera fácil’ (2012).

1. Gritar
No gritar a los niños es algo que la mayoría nos proponemos. Cada grito que sale de nuestra boca (aunque sean pocos) es una puñal que se nos clava porque sentimos que estamos fallando y nos juramos no volver a hacerlo más. Y luego están los gritos de mamá agonías, esas madres que, a cada paso que dan sus hijos, ellas gritan «NO CORRAAAAAAAS QUE TE VAS A CAAAAAEEEEEEER», así, Niña del Exorcista style. Y claro, se caen. Como nos dice María José: «Me juré no gritarle por la calle para que se pare; por los coches y el peligro. Pero es imposible no hacerlo…»

A veces me da la sensación de que estoy poseída... pero luego me doy cuenta de que el resto de madres se sienten igual. Y respiro.
A veces me da la sensación de que estoy poseída… pero luego me doy cuenta de que el resto de madres se sienten igual. Y respiro.

2. Dormir con los niños
Tú, si quieres mal rollo en una reunión de mujeres con bebés, sólo tienes que sacar dos temas: 1) ¿Pecho o biberón? y 2) ¿Cómo dormís a lo bebés, sois de Estivill o más de Carlos González?. Y ya se habrá armado la marimorena. Yo le tengo cierto aprecio a mi vida así que no tengo absolutamente ninguna intención de deciros lo que tenéis o no tenéis que hacer, pero sí que os diré que, en cuestión de sueño es donde las mujeres cambiamos más el «Diego· por el «digo».

Así nos lo cuenta Silvia: «Yo decía que no metería a dormir en mi cama a mis hijos y ¡zas! ¡Colecho con los dos hasta que tuvieron año y medio cada uno! Aunque no me arrepiento en absoluto, fue lo mejor que pude hacer, ¡sobretodo dando el pecho!». Cristina nos dice que que ella no pretendía dormir con su bebé en la cama, que iba sacar la cuna de su habitación antes de los 6 meses… «Y acabamos de empezar. Me voy a tragar todo lo que dije que no haría».

3dormir-con-ninos

 

3. Las nuevas tecnologías
Todas pensamos que la televisión, la tablet o el móvil son Satán y nosotras NUNCA se los dejaremos a nuestros hijos. Y no lo hacemos. Hasta que lo hacemos. Paula entona el mea culpa: «Siempre me pareció fatal que las madres que enchufaran la televisión para que los niños comiesen. Lo que es el karma… ahora soy socia de honor en desayuno, comida, merienda y cena. Es que a mi buen hijo no hay quien le gane a no comer, con un año no hay quien le haga comer nada y ya ni os cuento las veces que hemos intentado que comiese algo medio sólido o pan o galletas, plátano, no quiere ni los dichosos aspitos. Y con los dibujos, al menos, come alguna cucharada». Pero no es la única. Maite comenta que su hija mayor no vio la tele en exceso, pero que con el pequeño las tornas han cambiado y la ve mucho más de lo que le gustaría. ¡Ouch!

¡Bendita sea la app de Clan que te permite ver Peppa Pig donde quiera que estés!
¡Bendita sea la rama que al tronco la App de Clan que te permite ver Peppa Pig donde quiera que estés!

4. Vestimenta (parte 1/2)
Aquí otro de los temas estrella en los que nos tragamos nuestras palabras. Por muy diversos motivos. Noelia nos cuenta que ella se negaba a llevar a la niña muy repolluda (¡zasca!); Fanny, que no iba a vestirla de rosa (¡zasca!), y Bei, que nada de que fueran las dos niñas a juego (¡zasca, zasca!). Gloria dijo que ella no iba a comprar ropa de merchandising de princesas, Minnie y demás porque le horrorizaba, «pero ya tenemos paraguas, braguitas, pijama, sudadera…».

¡Y si es necesario se va de princesa por la calle!
¡Y si es necesario se va de princesa por la calle!

5. Comida
Aunque en nuestra vida anterior a ser madre (AdH – Antes de Hijos) nos hayamos puesto tibios a hamburguesas y pizza, nos embarazamos y mutamos en madre Bio. Vamos mirando la procedencia de los alimentos, contando los E- de la comida, haciendo pasteles caseros ¡quién nos ha visto y quién nos ve! O, al menos, esa es la intención. Mónica nos dice que una de las cosas que dijo que no haría y hace es «darle de comer lo que sea con tal de que coma, aunque eso implique pasar de ciertos alimentos». Y todas acabamos cayendo en darles alguna chuche tontorrona aunque sepamos que no es lo más sano.

6no-chuches
¡Que no se comen chuches, hombre!

6. Horarios
Las madres Rottenmeier de la vida somos muy fans de los horarios. Hasta que dejamos de serlo. América dice: «Yo decía que los niños nunca debían estar en bares y que por la noche, a ciertas horas, deberían estar en su casa… Pues ahora tengo mis hijos hasta a las tantas jugando en la plaza y tomando zumos en los bares (eso si: en fin de semana o en verano)».

Resulta que, madres que habían jurado estar a las ocho en casa, a veces deciden que quedarse un poco más en la terracita tampoco es un pecado tan grande (y es verdad, por cierto).

Pues yo el 'vinaco' me lo arreo haya niños o no...
Pues yo el ‘vinaco’ me lo arreo haya niños o no…

7. Frases de madre
Algunas estamos convencidas de que en el paritorio te insertan el chip Madre 2.0 en el que vienen incluidos algunos de los grandes éxitos de frases de madre. Porque tú no te imaginabas diciendo «¡¿Qué te crees?! ¡¿Que soy en Banco de España?!», pero vas y, zasca, lo dices. En este punto, es de lectura obligada Como no ser una drama mamá, ya que recoge un montón de estas frases en clave de humor. Rosa nos cuenta: «Jure no decir las típicas frases de madre: ‘Como te caigas, cobras’, ‘Que no somos accionistas de Iberdrola’ y la favorita de mi madre, «Mira a ver si está en casa de Ramos’ (Ramos era el vecino de mi madre cuando era pequeña, esta frase la heredó de mi abuela)».

¡Por eso sí que no paso!
¡Por eso sí que no paso!

8. Cursiladas
Seguro que tú también has puesto cara rara cuando has oído a un matrimonio adulto llamarse entre ellos «mamá» y «papá». Con un poco de suerte, habrás querido morirte allí mismo. «Mi marido y yo nos juramos y perjuramos (sólo nos faltó un pacto de sangre) que entre nosotros nunca nos llamaríamos así» -relata Estela- «pensábamos ‘¡qué cursi, por favor!’… Pues seis años tiene mi hijo, y aquí estamos, entre nosotros, ‘papá tráeme esto’, ‘mamá mira eso’… ¡¡¡No tenemos remedio!!!».

¡Y nunca seremos cursilitos!
¡Y nunca seremos cursilitos!

9. Vestimenta (parte 2/2)
Vale. Tú también has visto a una madre con pinta de mapache paseando por la calle, con unas pintas terroríficas y te has dicho: ¡a mí esto no me pasa! ¡Yo me voy a arreglar sí o sí! Pero luego resulta que estás agotada, que no duermes, que te importa un rábano la ropa o que no tienes un segundo para ir a renovar tu armario, que tu hijo te estira de los collares y de los pendientes… y pasa lo que pasa. Nerea nos dice en Twitter: «Juré después de ver a mi cuñada que no iría dejada por la vida… y ahora soy María Leggins y Chandal»

Vestir así sin hacer deporte...
Vestir así sin hacer deporte…

10. Costumbres de madre
Pero una de las cosas que más nos sorprenden -que odiamos todas y que tristemente acabamos haciendo- es algo tan tonto como chuparnos el dedo para limpiar la cara de nuestros hijos. Nos parecía una guarrada, pero ea, lo hacemos. Y no hay remedio. Vanesa nos confiesa: «Odiaba cuando me lo hacía mi madre pero ahora yo se lo hago a mi hija».

Total, que no damos abasto de retractarnos y de hacer cosas que jamás supusimos que haríamos. Esto es porque ser madre tiene mucho menos de idílico y mucho más de realidad (aunque así también es más divertido, dicho sea de paso). La perfección no existe y el que os lo diga, miente como un bellaco.

11costumbres-de-madre