Tras asistir a la inauguración del renovado INNSiDE by Meliá Alicante Porta Maris, como relatábamos aquí, nos quedamos con ganas de más. Hechas las presentaciones, el siguiente paso era conocerse en profundidad. Y eso hicimos. Nos quedamos un fin de semana para hacer lo que mejor explica un hotel: habitarlo. Con tiempo para entrar sin prisas, bajar revoluciones, salir a explorar y volver, sin agenda ni horarios establecidos.

Poner el cuerpo en pausa

Llegamos al hotel y el check-in es rápido, casi invisible. Dejamos las maletas en la habitación y bajamos directamente al spa. Hemos venido a eso también: a parar y dejarnos mimar.

Respiramos hondo, cerramos los ojos y dejamos que el cuerpo haga el resto. Halo Spa es un espacio exclusivo para mayores de 16 años que invita a bajar el volumen y a centrarse en el bienestar. Comenzamos el recorrido por la piscina activa de agua caliente, con volcán de burbujas, chorros tipo jet y cuello de cisne, y alternamos con la poza de agua fría, perfecta para activar la circulación. Seguimos por las duchas de contrastes, jugando con las temperaturas, y cerramos con la fuente de hielo, ese último gesto que despierta el cuerpo y pone el broche final a la experiencia.

El circuito combina hidroterapia, cromoterapia y aromaterapia y se despliega en un espacio amplio, con dos saunas y dos baños de vapor, donde cada uno encuentra su propio ritmo, sin prisas ni imposiciones.

El placer de dejarse mimar

Después llega uno de los momentos más esperados: los tratamientos. Aquí la experiencia se vuelve personal. El equipo del spa sabe leer el cuerpo y adaptar cada gesto a lo que realmente necesita.

Optamos por dividirnos. La que escribe se decanta por un peeling facial con productos de Natura Bissé, que deja la piel luminosa, fresca y visiblemente renovada desde el primer momento. La otra persona elige un masaje corporal centrado en cuello, brazos y hombros, perfecto para liberar tensiones acumuladas y soltar el cuerpo por completo. Demasiadas horas de ordenador se desdibujan en cuestión de minutos.

Salimos con la sensación de haber recargado energía de verdad. El cuerpo más ligero, la cabeza más clara. Empezar la estancia por el spa no es un capricho: es una decisión muy acertada.

Un bar, una barra y un recuerdo

Una de las grandes ventajas del INNSiDE Alicante Porta Maris es su ubicación estratégica, que permite llegar andando en apenas unos minutos al centro histórico. Aprovechando esa comodidad, y con las pilas recargadas tras la sesión de spa y tratamientos, salimos del hotel sin prisas, con esa sensación tan agradable de saber que todo queda cerca. En muy poco tiempo dejamos a un lado el espectacular paseo de La Explanada y llegamos al corazón de la ciudad.

Casi delante del Ayuntamiento entramos en Bar Las Chapas, uno de esos bares auténticos que no necesitan presentación. Una barra enorme, música nostálgica sonando en el punto justo para acompañar y una energía que nos resulta sorprendentemente familiar.

La música nos teletransporta directamente a la infancia. Concretamente al radiocassette del coche de mi padre. Pedimos algo para picar y confirmamos lo importante: materia prima de calidad, sin florituras ni postureo, y un servicio cercano y eficaz. Un sitio con verdad, de los que se recomiendan sin dudar. Nos movemos en un limbo entre ese marisco fresco de lonja y los salazones de la terreta.

Un must, si nos preguntan.

Alicante, a pie y sin mapa

Vistas desde el Castillo de Santa Bárbara. Imagen de Diego Delso, CC BY-SA 3.0

A barriga llena, corazón contento. Retomamos el caminar. Paseamos por el Paseo del Postiguet, con el mar a un lado y la ciudad al otro, dejándonos llevar por ese ritmo animado pero pausado que se respira en Alicante.

Levantamos la vista casi sin darnos cuenta y ahí está la Cara del Moro, recortada sobre la montaña. Justo encima, el Castillo de Santa Bárbara. No hay duda: tenemos que subir. Optamos por el ascensor, la forma más cómoda de llegar directamente al corazón de las mejores vistas de la ciudad.

Desde arriba, Alicante se despliega entera: el puerto, las playas, los tejados y el Mediterráneo marcándolo todo. Las vistas más privilegiadas están aquí. No hay discusión posible.

Mismo lenguaje, distintos escenarios

Volvemos a caminar junto al mar, ahora con una misión clara: encontrar las casetas de salvamento diseñadas por Antonyo Marest. No es una búsqueda casual. Durante la estancia en el hotel hemos ido reconociendo su estilo y su obra repartidos por distintos rincones y, precisamente por eso, queremos verlo aquí fuera, integrado en el paisaje urbano.

Las casetas aparecen, en la Playa de San Juan, y las reconocemos al instante. Coloridas, directas, con ese lenguaje visual tan suyo que conecta el art déco de Miami con lo mediterráneo. Su obra es ya inconfundible y empieza a formar parte del ADN identitario de Alicante, tanto dentro como fuera de sus espacios más reconocibles.

Nos hacemos fotos, claro. Y sí, hay un momento inevitable en el que la presente posa creyéndose Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa.

De vuelta al hotel, ya cae la tarde. Descansamos un rato y nos preparamos para la noche.

COR: cenar con sentido (y con corazón)

Para la cena bajamos a COR Restaurant & Lounge, el restaurante del hotel. No es casualidad el nombre: cor significa corazón en valenciano, y la propuesta va precisamente de eso, de cocinar desde el centro, con producto cercano y sin artificios innecesarios.

Empezamos compartiendo un pulpo sobre cremoso de patata aromatizado a la canela y boniato crujiente, equilibrado y sorprendente sin estridencias. Seguimos con unas croquetas de jamón ibérico con queso parmesano, cremosas por dentro y justas de intensidad.

Para continuar, optamos por dos principales que hablan de una cocina bien ejecutada: entrecot madurado al Josper, con ese punto exacto que solo se consigue cuando se respeta el producto, y carrillera confitada al vino tinto con parmentier trufada, melosa y reconfortante.

Cenamos despacio, dejando que la conversación marque el ritmo. Aunque los arroces son uno de los grandes reclamos de la casa, lo tenemos claro: los arroces, a la hora de la comida. Nunca para cenar. Cosas de alicantinas, supongo. Otro día volveremos a por ellos. Porque COR no es solo un restaurante de hotel: es un lugar al que apetece regresar.

Dormir frente al mar y un desayuno memorable

La habitación nos recibe en silencio. Dormir frente al Mediterráneo no necesita demasiada explicación. La noche es tranquila, profunda, y el descanso se siente real. El mar, al fondo, marca el pulso. Y la cama, tan cómoda y envolvente, ayuda a que pronto caigamos en brazos de Morfeo.

A la mañana siguiente llega el momento del desayuno. Y aquí no vamos a fingir falsa modestia: es el mejor desayuno que hemos probado. Quizá tenga que ver con el entorno. Nuestra mesa parece sacada de un cuadro de Hopper, como si el artista hubiera pintado mirando al Mediterráneo.

Desayunamos frente a un gran ventanal, con el mar infinito desplegándose delante de nosotras, mientras la luz entra limpia y sin prisa. En la mesa, fruta fresca y variada, muy de la terreta —todavía soñamos con esas granadas mollares—, panes, café y todo lo necesario para empezar el día sin urgencias. Nos gusta cuando los hoteles apuestan por la tradición gastronómica del lugar y por el producto de la tierra. Eso también es conocer Alicante.

No solo es la variedad o la calidad del producto; es la forma en la que todo se alinea: el espacio, la luz, el silencio relativo de la mañana, los primeros rayos de sol entrando timídamente en la habitación para aportar su granito de calidez… Desayunar así, mirando al Mediterráneo, no tiene rival.

Un hotel que se dosifica

Antes de irnos, recorremos una vez más los espacios comunes. Sin música, sin evento, solo el ir y venir tranquilo del resto de huéspedes. Confirmamos lo que intuiamos: INNSiDE Alicante Porta Maris es un hotel que se disfruta con tiempo.

Nos marchamos sabiendo que lo importante no ha sido todo lo que hemos hecho, sino cómo lo hemos vivido. Y con esa sensación de que hay lugares a los que siempre apetece volver.

¿Dónde? Pl. Prta del Mar, 3, 03002 Alicante

*Imágenes: Ayuntamiento Alicante y cortesía