Moda
Siempre que hay una cena de gala en el Palacio Real todos los ojos se posan en la reina Letizia para ver cómo luce las piezas más importantes del joyero real. Anoche los reyes Felipe VI y Letizia celebraron una cena en honor del presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y su esposa, Elke Büdenbender, y para la ocasión doña Letizia volvió a lucir una de las piezas más importantes del joyero: la tiara Cartier.
Una pieza que trasciende décadas y glamour y que es un broche maestro de historia, protocolo y estilo que vuelve a brillar gracias a una reina que entiende a la perfección el poder de las joyas como transmisión generacional, y que es la segunda vez que la luce desde que es reina.

Orígenes de una diadema con nombre propio
La tiara fue encargada por Alfonso XIII a la maison francesa Cartier durante los años 20, para su esposa Victoria Eugenia, conocida como Ena. El resultado: una pieza de platino adornada con diamantes y siete perlas naturales, de marcada estética art-déco, que mostraba los símbolos de modernidad que quería transmitir el rey Alfonso XIII
Con su diseño elegante y equilibrado, la tiara se integró en la historia de la monarquía española. La reina Victoria Eugenia la llevó en numerosas ocasiones oficiales, consolidándola como una de las joyas más reconocidas del joyero real, y que ha llegado hasta nuestros días. Una pieza que representa continuidad histórica uniendo una la España de los años 20 con la monarquía actual, cruzando décadas de cambios, y una joya viva que cada vez que se usa, reescribe su historia. Y en manos de Letizia adquiere ese matiz contemporáneo, actual, sutil.

Cómo la tiara llegó hasta Letizia: historia de un legado (y un poco de exilio)
La diadema sobrevivió turbulencias históricas —exilio, cambios dinásticos, guerras— para convertirse en parte de lo que en la Corona española se conoce como joyas de pasar: piezas que transcienden generaciones, títulos e incluso tragedias familiares.
Tras Victoria Eugenia, la joya pasó a la infanta María Mercedes, luego a la reina Sofía, y con la abdicación llegó a manos de Letizia, quien hasta ahora la había lucido en contadas ocasiones, con pleno respeto por su valor simbólico. La última vez que Letizia la vistió públicamente fue en 2018, durante la visita del presidente chino.
Este reciente uso, en un acto diplomático de alta relevancia, reafirma el valor protocolario de la Corona: esa joya no es un adorno, es símbolo de Estado. Además, y estilísticamente hablando, doña Letizia escogió un vestido negro sobrio, recogido impecable y pendientes de chatones (también de Victoria Eugenia): lo clásico y discreto para dejar que la tiara fuera la protagonista.

3 detalles que hacen única la tiara Cartier
Estilo art-déco en platino y diamantes
Su diseño, heredero de los años 20, combina elegancia arquitectónica y ligereza óptica.
Siete perlas naturales originales
Cada perla es una pieza única; muchas versiones posteriores añadieron esmeraldas —la original conserva su esencia.
Historia de resiliencia
Sobrevivió exilio, guerras, transiciones monárquicas; su uso hoy simboliza continuidad y memoria.
Cuando la Reina Letizia coloca esa tiara sobre su cabeza, no solo viste joya: viste historia. Es un recordatorio brillante de que la monarquía no es solo protocolo: es legado, es memoria, es presencia. Y en medio del glamour, la tiara Cartier recuerda que el verdadero lujo no es lo nuevo, sino lo que perdura.
*Imágenes: Getty Images