En esta colección, el director creativo Julien Dossena revivió esa pieza histórica, incorporando un bolso Nano similar en oro de 18 quilates, una obra maestra que requirió 100 horas de trabajo en colaboración con el joyero Arthus Bertrand.
El bolso, exhibido con un deslumbrante minivestido dorado, recordó la innovación de la maison en el uso de materiales y artesanía detallada.
La pasarela de Rabanne se inundó de colores vivos y estampados florales, desde suaves tonos pastel hasta intensos rojos, rosas y verdes. Esta paleta versátil fue una representación vibrante de la temporada, que celebraba tanto la feminidad audaz como la sofisticación.
Los vestidos de cota de malla en tonos metálicos, característicos de la marca, se combinaron con piezas más suaves y vaporosas, ofreciendo una mezcla equilibrada de estructura e inmediatez.
Los estampados florales, un claro guiño a la naturaleza, proporcionaron un contraste refrescante con los elementos dorados y metálicos que dominaron el desfile.
Rabanne, desde su fundación en 1966, ha sido un pionero en la fusión de moda y materiales innovadores. En esta colección, la herencia de Paco Rabanne se mantuvo viva a través de la artesanía única y la audacia en el diseño.
Dossena no solo honró el legado de la marca, sino que lo renovó, introduciendo una estética contemporánea que no teme al lujo extremo. El bolso Nano de oro, con su simbólica conexión a Hardy, y las prendas metálicas, destacaron el compromiso de Rabanne con la perfección artesanal y el glamour futurista.
Esta colección reafirmó a Rabanne como una casa de moda en constante evolución, que sigue sorprendiendo y desafiando los límites del lujo en el siglo XXI.
*Imágenes: cortesía